El problema de las interrupciones del embarazo por defectos congénitos en el feto
Con relativa frecuencia se reciben llamadas en el SITE de parejas que habiendo hecho una interrupción de una gestación porque en el feto se detectó alguna malformación, están planificando un nuevo embarazo y nos preguntan por el riesgo que tienen de que el problema se repita de nuevo.
En la inmensa mayoría de los casos la respuesta es que no podemos saberlo. La razón es porque, salvo honrosas excepciones de ciertos hospitales, los fetos abortados no se estudian ni desde el punto de vista anatómopatológico ni citogenético y mucho menos radiológico. Por tanto, no es posible conocer la severidad de la malformación detectada ecográficamente, ni si era el único defecto presente en el feto o se asociaba a otros defectos en otros órganos. Tampoco podemos saber si tenía un síndrome determinado, ni si los defectos eran debidos a alguna alteración cromosómica más o menos críptica, o a un factor externo al que hubiera estado expuesta la madre. Como en cada una de esas situaciones el potencial riesgo de repetición varía enormemente, no podemos saber cuál es el de cada pareja en concreto.
Pero ese desconocimiento no sólo es para el riesgo de repetición en otros embarazos de la pareja, sino para los futuros hijos de sus hijos sanos ya nacidos, o que nazcan sanos posteriormente. Y lo más frustrante es que muchas mujeres no entienden esta respuesta, porque nadie se lo explicó antes.
Ante la detección de la existencia de malformaciones fetales, los padres deben recibir (y deben pedir) una detallada y clara explicación de las mismas, así como de las limitaciones para identificar otros defectos que pueden tener las técnicas utilizadas, y una de las cosas que se les debe explicar es si hay, o no, posibilidad de estudiar el feto tras la interrupción de la gestación, y sus implicaciones en cada caso. Hay que tratar de hacer comprender a todo el mundo, incluso (aunque parezca imposible) a los profesionales implicados, que cuando una pareja recibe la información de que el feto tiene malformaciones, se enfrenta a una situación tremendamente dolorosa y difícil de asumir. Además, esa información les lleva ineludiblemente a la encrucijada de tener que decidir entre dos únicas opciones: asumir lo que supone el nacimiento de un niño malformado, o decidir interrumpir el embarazo. Y ambas son muy difíciles y muy dolorosas. Además, si no se les informa adecuadamente sobre las futuras implicaciones que tendrá no estudiar el feto, el sufrimiento de esa decisión se planteará de nuevo cuando, una vez superado el problema, decidan tener otro hijo y se pregunten si se puede repetir la dura situación ya vivida.
Los padres que se han enfrentado a estas situaciones y los que puedan enfrentarse a las mismas, deberían exigir a las autoridades sanitarias que se estructure la fórmula adecuada que les asegure que esos fetos malformados sean estudiados adecuadamente.